22 noviembre 2024

Símbolos: CUANTO INFLUYEN EN NUESTRA VIDA

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Banderas, logotipos, emojis… Allá donde miremos hay formas u objetos cargados de significado que influyen en nuestra conducta hasta límites insospechados.

Viernes, 10 de octubre de 2017

Siempre hemos estado rodeados de ellos, desde los petroglifos de las cuevas prehistóricas y las primeras banderas y estandartes hasta los actuales logotipos cool de las marcas comerciales, pasando por los elocuentes y socorridos emojis. A pesar de que nos creamos a salvo del influjo psicológico que ejercen, todos somos víctimas de ellos en mayor o menor grado.

Y es que las señales y los objetos con carga conceptual son capaces de modificar el modo en que pensamos y nos comportamos, pues están profundamente anclados en el imaginario social. De hecho, el lenguaje humano se puede definir como un sistema de símbolos, fonéticos y ortográficos, y cuando nos comunicamos lo hacemos con pensamiento simbólico.

Los poderes de ciertas imágenes son innegables: unas gafas o una pipa, que simbolizan lectura, reflexión y estudio, pueden aumentar nuestra inteligencia o nuestra predisposición a abordar un problema de forma más ponderada. De igual manera, está tan extendida la falsa creencia de que las rubias son tontas que simplemente ver la imagen de una mujer con ese color de pelo puede empeorar el rendimiento intelectual de una persona, aunque esta sea, por ejemplo, un hombre calvo.

Los símbolos también hacen que una bebida o una comida con una determinada etiqueta nos sepa mejor, o que un crucifijo nos empuje a ser más respetuosos con los demás. Incluso un amuleto puede llegar a proporcionarnos suerte o confianza en nosotros mismos simplemente porque hemos asumido mentalmente que funciona, como si fuera una especie de placebo.

EJEMPLOS DE LA PODEROSA FUERZA QUE EJERCEN LOS SIMBOLOS

La cruz del bien y la cruz del mal

Los emblemas religiosos producen tal influencia en la mente que hasta pueden volvernos buenos. Y al contrario, quienes se exponen a una forma que se asemeja a una esvástica, el tristemente famoso distintivo de los nazis, suelen ser más severos a la hora de juzgar el comportamiento moral de los demás. Así pues, aunque la cruz cristiana y el símbolo nacionalsocialista tienen una geometría semejante, albergan connotaciones muy diferentes, y por ello generan efectos psicológicos diametralmente opuestos.

 

Banderas: ¡Estos son mis colores!

Sentimientos similares a los religiosos afloran cuando alguien contempla la bandera de su país, que suele promover la unidad y la camaradería. Hasta el punto de que quemarla es constitutivo de delito.

 

A no dejarse engañar por la etiqueta

En cuanto a lo comercial, el disfrute de ciertos productos puede verse afectado por la imagen corporativa que consiguen trasladar sus fabricantes. Por ello, muchas marcas que todos asociamos con la exclusividad y el lujo se permiten poner precios más altos a pesar de que su mercancía no revista mejoras destacables. Un caso paradigmático lo encontramos en el vino: el contenido de una botella cara nos parece mejor que el de otra más barata, aunque dentro haya exactamente lo mismo.

Eso es lo que les ocurrió a los voluntarios que se sometieron a un experimento de la Universidad de Stanford y el Instituto Tecnológico de California, que consistía en catar distintos vinos de –se les dijo a ellos– 5, 10, 35, 45 y 90 dólares por botella, aunque la única diferencia estaba en la etiqueta. Más tarde, cuando se repitió el ensayo con miembros del club vinícola de Stanford –es decir, gente con experiencia en la materia–, los resultados fueron prácticamente los mismos.

 

 

Si nos ponemos rojos... venceremos

Los objetos rojos –como lo son tantos coches deportivos, por ejemplo– parecen asimilar los atributos tradicionalmente asociados a ese color: la fuerza, la energía y la belicosidad. Tal vez por eso muchos deportistas rinden más físicamente si visten de colorado, como si usaran la capa de Superman. Los investigadores Morton Walker y Gerald y Faber Birren lo explican porque la simple presencia del rojo aumentaría los niveles de adrenalina y la tensión arterial.

 

Eva Heller, autora del libro Psicología del color, está convencida de que el cromatismo cambia incluso nuestra percepción física de las cosas. Por eso, en general, una caja negra nos parece más pesada que otra blanca, aunque ambas sean iguales.

 

El hábito sí hace al monje

En general, la ropa que vestimos y todo nuestro look afectan no solo en el modo que nos perciben los demás, sino también a nuestra propia conducta. Como escribió la experta en moda francesa Yvonne Deslandres (1923-1986): "Uno se equivoca al decir que el hábito no hace al monje. En el plano social, lo que se da es justamente lo contrario, y el comportamiento no solo aparece estrechamente ligado al traje, sino que este es algo así como el signo visible de cada función social".

 

 

 

Crédito: Sergio Parra [Muy Interesante]