Está ubicado en el cruce de las rutas 2 y 63. Estaba desactivado desde los 90.
Hubo un tiempo en que la Ruta 2 era angosta. Inaugurada en 1938, por más de 50 años sólo tuvo dos manos. Durante el verano y feriados como el de Semana Santa millones de automóviles y micros atravesaban los 400 kilómetros que unen Buenos Aires con Mar del Plata.
El trayecto tenía paradas indispensables porque el recorrido insumía muchas más horas que las que se necesitan ahora, con la autovía. Ubicada justo a mitad de camino y en el cruce con la Ruta 63, que desviaba a quienes buscaban otras playas, Dolores resultó desde siempre un punto obligado para cargar combustible, estirar las piernas, ir al baño y comer algo. Así surgió el polo gastronómico –una denominación impensada en los 60 y 70- que hoy sigue siendo una característica del lugar, aunque ubicado ya sobre la ruta 63.
En esos tiempos las paradas eran más largas, los ómnibus se detenían para que todos los pasajeros pudieran bajar a consumir sándwiches al por mayor y no era extraño ver una familia almorzando una suculenta parrillada regada con vino tinto de la casa.
Sobre la vieja Ruta 2, el tramo que luego fue desactivado por la traza de la autovía, había una gran cantidad de paradores. Justo en el lugar en que se juntan ambas rutas, estaba La Estrella del Camino, una estación que dicen que llegó a vender un millón de litros de nafta al mes en temporada.
Hoy, el emblemático parador está siendo demolido y la topadora avanza sobre los ladrillos mientras espera su momento final la torre que aún exhibe la estrella de chapa, con la pintura descascarada y marcas de óxido.
Mario “Caiaia” Cremonte es hijo del fundador de la estación de servicio que se inauguró en 1949 y funcionó hasta el 30 de marzo de 1997. “Como referencia, nosotros, con 25 mangueras, llegamos a vender 15 millones de litros de nafta al año, en tanto que el ACA, con 84 mangueras, vendía 19 millones”, recordó.
De todos modos, lejos de la nostalgia, señala que nada de esto sería posible hoy en día, básicamente por el avance mecánico: antes los automóviles que salían de Buenos Aires debían necesariamente cargar combustible a mitad de camino, algo que hoy se ha superado. “Antes paraba el auto, ahora para el hombre”, sentencia.
Cremonte estuvo al frente de La Estrella del Camino después de la muerte de su padre, desde 1973 junto con su hermano, hasta el año pasado en que vendió el predio, que se encontraba totalmente desactivado.
Es que la autovía, desde 1992 clausuró el tramo de la vieja ruta que hoy se conoce como pasaje Carlos Gardel y a cuya vera quedaron las ruinas de los muchos paradores y estaciones de servicio que había en el lugar. La Estrella del Camino es uno de los últimos en caer.
Se sabe que hay propuestas de establecer allí nuevos emprendimientos vinculados con el perfil gastronómico del lugar. Pero el tipo de comercio que tal vez se instale, seguramente tendrá un nuevo estilo, vinculado con la idea de no detenerse demasiado, satisfacer el apetito incluso en el auto y pasar rápido hacia el destino final.