Las chances de La Niña son mayores hacia el verano, lo que implica menos lluvias en las zonas productivas.
La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de los EE.UU. dio por finalizado el evento El Niño que prevaleció a lo largo de la campaña 23-24 este 13 de junio.
La tasa de enfriamiento que ha presentado el Océano Pacifico ecuatorial frente a las costas de Perú y de Ecuador, ha sido significativa y con gran velocidad de enfriamiento en comparación con lo que suele suceder, aunque en el mes de mayo se observó una leve desaceleración de ese ritmo de enfriamiento.
Para la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), las condiciones de neutralidad del ENSO están presentes, mientras que las chances de que se desarrolle un evento La Niña durante el trimestre julio – septiembre son del 65 %. La mayoría de los modelos coinciden en indicar una transición hacia un evento La Niña alrededor del trimestre agosto - septiembre – octubre de este año, estimando que el fenómeno persistirá durante el verano del hemisferio sur, siendo la chance del 85 %.
¿Qué esperar en Argentina si vuelve La Niña?
La franja centro y este de Argentina, sudeste de Brasil, este de Paraguay y gran parte de Uruguay tienen un impacto directo relacionado con los eventos La Niña o El Niño, con una correlación relativamente elevada.
La climatología nos indica en las campañas con La Niña las precipitaciones suelen ser deficitarias en el período octubre – abril, por lo que habría que esperar menos precipitaciones en la primavera y el verano. Las estadísticas del Servicio Meteorológico Nacional señalan que, en eventos La Niña, suele observarse un déficit de lluvias en toda la región del Litoral y norte de Buenos Aires, junto con el este de Córdoba, asociados a años secos.
De registrarse un evento La Niña entre julio y agosto, podría haber un efecto negativo en las temperaturas, ya que en estas condiciones las temperaturas suelen ser más frescas entre abril y agosto. Esto puede aumentar el riesgo de heladas tardías, aunque hacia el verano contribuye a anomalías positivas de temperatura, aumentando la cantidad e intensidad de las olas de calor.
Otros impactos suelen observarse en la radiación, la intensidad del viento y algunas cuestiones que presentan menor correlación como el granizo y las tormentas severas.