En una urbanización de Valladolid, España se construyen decenas de viviendas pasivas de alta eficiencia energética
“La casa es una especie de termo donde la temperatura se distribuye de manera uniforme por todas las habitaciones y se mantiene constante a 21,5 o 22 grados durante todo el año. No paso frío ni calor, dormimos con sábana y una colcha fina, es una sensación de confort muy agradable”. Luis Méndez habla de su casa como si fuera el mayor de sus tesoros. Y no solo por el bienestar personal, sino también por el económico. “Por la factura energética de esta vivienda de 205 metros útiles pago la mitad que en el anterior chalé de 160 metros en el que vivía de alquiler y la sensación de calidez no es comparable”, dice este funcionario de la Junta de Castilla y León. Y eso, a pesar de que la calefacción es eléctrica y que se encuentra en Valladolid, ciudad castellana y leonesa en la que los inviernos son muy fríos.
Valentín Martín relata orgulloso que en 2022 apenas pagó unos 300 euros al año en electricidad (288 euros en 2021). Al igual que Luis, ha huido del combustible fósil y no usa ningún otro sistema que no sea eléctrico para calentar o enfriar su casa. “Me estoy ahorrando entre 2.500 y 3.000 euros al año en electricidad respecto a un unifamiliar normal”, cuenta este aparejador. Y prosigue: “Tienes la sensación de estar en una casa nueva cada día, es muy fresca en verano y cálida en invierno”. Y, sobre todo, “pago mucho menos que antes, el 60% es término fijo”.
El secreto para haber reducido de forma tan drástica la demanda energética de sus viviendas, a pesar de la crisis por la invasión rusa de Ucrania, es que son casas pasivas que, además, han obtenido el certificado internacional Passivhaus. Ambas se encuentran en la urbanización El Peral, en la zona sur de Valladolid, y han sido diseñadas por el estudio de arquitectura de Alberto López Merino. En ese residencial hay ya 74 unifamiliares certificados y habitados y otros 39 están en ejecución. Además, acaba de comenzar la obra de un edificio de 69 pisos, el primero de esta tipología con esta certificación en Valladolid.
Las casas son capaces de calentarse y refrigerarse con un consumo energético muy pequeño. El certificado que poseen —creado en 1996 en Alemania por el Passivhaus Institut— garantiza que su eficiencia energética y su confort van a perdurar durante toda la vida útil del edificio. Ese título acredita, además, que son capaces de ahorrar entre un 75% y un 90% de las necesidades de calefacción y refrigeración. ¿Cómo? Por la manera en la que están construidas. “Nos permite adelantarnos a lo que en el futuro será obligatorio en la edificación”, cuenta el arquitecto López Merino, que comenzó a utilizar el sello en 2010, en lo peor de la crisis inmobiliaria, buscando un elemento diferenciador.
La poca energía suplementaria que requieren las viviendas se puede cubrir con energías renovables. Luis y Valentín emplean como sistema de climatización la aerotermia, que genera calor en invierno y frío en verano. En el caso de Valentín, su casa de 178 metros construidos en la que reside desde 2018, va un paso más allá — su título es Passivhaus Plus—, al disponer de placas fotovoltaicas en la cubierta. De ahí que solo pague 300 euros al año en electricidad. “De finales de marzo a finales de noviembre soy autosuficiente, no pago luz, solo el término fijo”, dice. Su factura de noviembre fue de 49,69 euros. También Luis acaba de poner 12 paneles solares.
Desde fuera, estas casas pasivas de alta eficiencia energética son como cualquier otra, prácticamente nadie sería capaz de percibir la diferencia. “No supone el uso de un tipo de producto, material o estilo arquitectónico específico, sino que se trata de una forma de construir”, dice Arturo Andrés Jiménez, presidente de la Plataforma de Edificación Passivhaus (PEP). Una vez dentro de la vivienda, la cosa cambia. “Se nota la diferencia por el aire limpio y confortable que se respira. En verano, cuando hace mucho calor fuera, la temperatura es agradablemente más fresca. Y, por supuesto, a final de año se nota en la factura de la luz”, describen en el Passivhaus Institut. Este organismo alemán ha registrado hasta finales de 2022 una superficie certificada de más de 3,4 millones de metros cuadrados en el mundo, más de 5.250 edificios. En España, superan los 238.000 metros cuadrados repartidos en 237 proyectos y en los próximos dos años llegarán a ser 352, según la PEP.
La clave de bóveda está en la propia casa: en sus ventanas, muros, aislamientos térmicos, estanqueidad al aire… “Al hacer una vivienda muy bien aislada, sin infiltraciones de aire, con unas carpinterías de altas prestaciones, se logra alcanzar un excelente confort térmico, teniendo toda la vivienda a la misma temperatura en todos sus espacios. Igualmente, el confort acústico es máximo y es una de las cosas que más reconocen los propietarios”, cuenta López Merino.
Los principios fundamentales de esta forma de construir son siete: diseño bioclimático, aislamiento térmico, minimización de puentes térmicos, hermeticidad, carpintería de altas prestaciones, ventilación controlada con recuperación de calor y protección solar. Los recuperadores de calor, que permiten tener la vivienda ventilada 24 horas al día, son el pulmón de la casa. “Recuperan entre el 80% y el 90% de la energía que está dentro del inmueble y, gracias a esto, el edificio se ventila independientemente de que abramos las ventanas o no”, señala Jiménez. Y, además, “el aire del exterior llega filtrado, de forma que la sensación es de aire limpio, sin olores, sin partículas nocivas”, añade López Merino.
La sobreinversión en estas casas pasivas certificadas —entre el 3% y el 10%, según el tipo de proyecto— se recupera en los primeros años a través de los ahorros energéticos.