El 19 de enero se celebra el día del Cervecero, instaurado para conmemorar la creación de la Federación Argentina de Trabajadores Cerveceros y Afines, cuyo convenio fue convalidado en 1949.
Sin embargo, la historia de los maestros de la cerveza tiene mucho más de siete décadas. Según se estima, se remonta a más de 10 mil años atrás, cuando los antiguos pobladores de nuestro planeta fabricaban el pan y dejaban el trigo y la cebada, ingredientes madre de nuestra alabada bebida, fermentando al sol.
Las primeras ilustraciones de la elaboración de cerveza tienen más de 4.300 años de antigüedad y coinciden con el apogeo de las civilizaciones egipcia y babilónica. Ya en la Edad Media, la preparación de la cerveza se consideraba un verdadero misterio y quienes estaban a cargo de hacerlo guardaban celosamente los detalles que hacían posible el resultado final.
Con la llegada de la industrialización, las costumbres fueron cambiando y con el paso del tiempo la lata del supermercado y el porrón en el bar nos fueron acompañando en cada uno de nuestros rituales. Hoy el universo de la cerveza se ha expandido, pero lo que jamás cambió fue la importancia de su elaboración.
En la Argentina, el consumo de cerveza anual per cápita ronda los 45 litros. Diversos factores explican esta tendencia, uno de ellos es la proliferación de las cervecerías y cervezas artesanales, así como la posibilidad de acceder a marcas de prestigio mundial que ahora también se pueden comprar en el país. Como sea, detrás de todas estas ofertas especiales hay maestros que ponen toda su dedicación para lograr una bebida única.
El malteado de los granos, su molienda y maceración, la cocción del mosto obtenido que puede durar varias horas, la fermentación de la cerveza, el proceso de maduración y su embotellamiento constituyen etapas esenciales para definir el sabor que llega a nuestras bocas. Y todo ello es obra y arte de los cerveceros.
Ya no estamos en la Edad Media, pero la elaboración de la buena cerveza continúa siendo un arte misterioso.