Un logro deportivo que trasciende el fútbol y se convierte en ejemplo de un trabajo conjunto inolvidable, único y probablemente irrepetible.
Suele decirse en cualquier aspecto de la vida que “el tiempo pone las cosas en su lugar”.
Sin dudas, esto incluye al fútbol; y más aún, en un momento tan difícil en general, y en particular para el deporte más hermoso del mundo, que está impedido de desarrollar su actividad a nivel amateur, en el que la pasión propia por este deporte se exacerba al máximo y se vive de una manera especial.
El paso del tiempo y de los años, diez exactamente, colocan de esta manera, en tiempos de abstinencia futbolística, al logro conseguido por Once Tigres, ascendiendo de forma invicta al Torneo Argentino B, el 29 de mayo de 2011, en su lugar: un sitio de gloria inolvidable, único y probablemente irrepetible.
Es que aquella campaña tan brillante, sin derrotas y sin recibir goles de visitante en la fase de play offs, más allá del fútbol, dejó un ejemplo de vida: porque fue un logro generado desde el esfuerzo, desde la humildad, el sacrificio y la mancomunión de toda una ciudad.
Acaso por primera vez en aquella instancia, quedaron de lado los tontos egoísmos y las innecesarias mezquindades de todos los que se unieron tras el objetivo de darle al fútbol de la ciudad otra categoría, acorde a su historia y a su tradición.
Fue así que, sin importar colores y banderas, toda la ciudad se encolumnó tras un equipo que la representó fielmente, con mucha garra, con el corazón en la mano en cada cotejo y con una entrega conmovedora que pudo apreciarse desde el último de los voluntariosos colaboradores, hasta los máximos responsables de la gran hazaña.
“Parece que fuera ayer que estábamos preparando el viaje a La Pampa, pero increíblemente ya han pasado 10 años de aquella epopeya, uno de los momentos más lindos de mi vida como deportista”, señala precisamente uno de esos responsables, el entrenador Omar Santorelli, aquel DT que llegó a la ciudad apenas cinco meses antes del logro y lo anticipó sin dudarlo, en una calurosa tarde de diciembre en “El Coqueto”.
“Vengo a ascender”, dijo, y nadie le creyó demasiado; pero eso sí, todos sintieron un cosquilleo y se ilusionaron, sintiendo que algo grande iba a pasar.
Desde lo que podría imaginarse como un frío audio de whatsapp, Santorelli le pone su sello y su pasión inigualable al recuerdo de la fecha: “Hoy, a 10 años de aquel día tan hermoso, solo tengo palabras de agradecimiento hacia mis jugadores, hacia las familias de mis jugadores, a mi cuerpo técnico, a “El Mono” Torres, que seguramente estará celebrando también tocando su guitarra y recordando todas las veces que nos peleábamos y luego terminábamos abrazados; a los dirigentes por todo el esfuerzo realizado de principio a fin; y a toda la gente futbolera de 9 de Julio y a su periodismo sano que siempre nos acompañó.
Desde el utilero, al canchero y hasta el último colaborador estoy muy agradecido, porque todos hicieron lo suyo para que no nos robaran la ilusión y que ese día en La Pampa, mil quinientos nuevejulienses futboleros vivieran lo que tanto tiempo habían esperado”.
“Revivir esas imágenes de la Avda. Mitre repleta y de la gente agolpada frente a la Municipalidad celebrando con banderas de todos los clubes de 9 de Julio es una caricia al alma y a esa estrella que llevo con mucho orgullo en mi pecho y que jamás voy a olvidar”, agrega con tono emocionado “Totem”, desde lo más profundo de su corazón lleno de colores de todos los equipos por los que ha pasado, pero “donde el azul y el amarillo siempre tienen para mí un lugar especial que se conserva por todo el cariño recíproco con la gente de Once Tigres”.
Desde un plano más analítico y menos pasional, como el que impone el rol dirigencial, Fernando Salva, mentor de aquella quimera y presidente del Club, considera que este tiempo de una década transcurrida, “debería dividirse en dos lustros”.
“Los primeros cinco años están dados por la competencia que tuvimos en el Argentino B, marcados por la intensidad, los desafíos y el aprendizaje constante, alentado por lo hermoso que resultaba conocer escenarios muy emblemáticos del fútbol argentino como el estadio “José María Minella” de Mar del Plata; el “Roberto Carminatti” de Olimpo de Bahía Blanca; el Estadio Municipal de Tandil, donde habitualmente juega Ramón Santamarina o la misma cancha de Villa Mitre, e irse victorioso en muchos casos ante rivales que hoy están en un nivel muy superior, lo que magnifica aún más esos logros”, recuerda con algo de nostalgia sobre “los largos e intensos viajes que en algún momento hasta se padecían, o no se disfrutaban por distintos compromisos, y hoy se extrañan tanto”.
En tanto, sobre los últimos cinco años a la fecha, el mandatario tigrense opinó que “han acrecentado mucho más los hermosos recuerdos de aquellos tiempos que fueron tan importantes para todos nosotros, para quienes sienten los colores del Club, y en definitiva para el fútbol de 9 de Julio, que llegó a ser protagonista a nivel nacional y uno de los más nombrados y respetados de ese momento”.
Así, con emoción, añoranzas e imágenes imborrables en las retinas de los futboleros del pago, pandemia mediante, este aniversario al menos no quedará jamás en el olvido, tal como aquel maravilloso logro.