Un Apart Hotel de Cariló ofreció un programa para mirar el cielo sin telescopio y combinar el aprendizaje con la conexión con la naturaleza.
Hay una orquesta de grillos que empieza a sonar sobre el cierre del atardecer. Y un coro sostenido de las aves que trinan ya casi a oscuras desde la copa de los espigados árboles, alineados a un lado y otro del recorrido hacia el hoyo 1 del Cariló Golf, y funcionan como una caja de resonancia natural. Sobre ese césped mullido y prolijo más de medio centenar de personas se sientan o recuestan sobre mantas, en penumbras, con la vista clavada en ese cielo que, a medida que pasan los minutos, se ilumina cada vez más con la aparición en escena de una nueva estrella.
“A ver, ¿cuál es la más brillante? Miren bien”, pregunta y desafía Ezequiel Brahim, al frente de esta charla planteada como una invitación a viajar por ese universo que tiene planetas a miles de millones de kilómetros pero que sin más equipos que los propios ojos se puede husmear a distancia y con más detalles de los que cualquiera se pueda imaginar. Entonces los dedos índices apuntan y descubren la luminosidad de Sirio, acá nomás, a 8,6 millones de años luz.
“¿Y la segunda más brillante?”, siguen las consultas. Es la hora de encontrar a Canopus. Y luego a Alfa Centauro.
“¿Papá, esas son las Tres Marías?”, se escucha de un chico que está en la última fila de esa platea bien variada en asistentes, ubicados con distancia social asegurada. Se ven parejas, amigos y grupos familiares con niños en edad escolar, que también son de los más curiosos y que más participan. “Es apasionante, me encantó ver y conocer las principales estrellas desde un lugar tan lindo y con tanta paz”, dijo Yésica Mamani, que había ido de paseo con la intención de conocer el jardín de colibrís que hay a metros de donde se desarrolló la actividad y se dejó llevar en este viaje por el cosmos.
Desde hace tiempo el astroturismo se gana un espacio propio y cada vez más sólido dentro de las variantes que ofrecen los distintos destinos para atraer visitantes. En este caso la propuesta surgió del Apart Hotel Ville Saint Germain, pensado para sus huéspedes pero habilitado a todo público.
“Tenemos un planetario a cielo abierto y esta es una muy buena forma de disfrutarlo”, destacó el responsable del lugar y también del campo de golf, Nelson Valimbri, que fue algo más que anfitrión.
En el inicio de la charla, que intentó ser bien didáctica, con linterna en mano le tocó oficiar de sol para enfocar su recorrido e incidencia durante la rotación en torno a la Tierra, presentada allí con sus continentes en tamaño de una pelota suiza que se usa para Pilates.
Luego llegará la invitación a los presentes para representar el sistema solar a escala. Por aquí cerca alguien hace Mercurio y otra de Venus, siempre presentados con su reseña mitológica. Más allá de la Tierra se levantan de las mantas y se ubican quienes protagonizan a Marte, Júpiter, Saturno, Urano y allá, lejos, Neptuno.
“Más lejos”, le pide Brahim a la chica que lo representa, para graficar esos más de 1400 millones de kilómetros que lo separan del astro rey.
Un láser ayudó a marcar o al menos orientar la ubicación de estrellas y constelaciones en el cielo. Algunas muy visibles. Otras insinuadas, a la espera de mejores condiciones ya que la noche que tocó no fue la más clara de todas.
La luna llena, que en ese mismo horario impactó y fue furor a principios la semana pasada con su versión rosada y de mayor tamaño por su cercanía máxima a la Tierra, faltó a la cita.
Desde ese mismo camino al Hoyo 1 se habría podido ver casi tres horas después del final de la charla.
“Igual fue todo muy llevadero, didáctico e interesante, me dieron ganas de buscar más datos”, contó Roxana Villca, otra de las que siguió esta primera experiencia de astroturismo en el Cariló Golf, que se podrían repetir en primavera, cuando el tiempo y las temperaturas sean más favorables.
Tres actos
Esta charla titulada “Astroturismo de Luna Llena” tuvo tres capítulos. Un primer acto para conocer e identificar planetas y la influencia de la astronomía en la vida cotidiana. Luego ese paneo de estrellas y por último las constelaciones.
La aventura dista de otras formas de astroturismo que requieren aparatos de largo alcance, como telescopios.
Este ámbito de mínima urbanidad, con muy pocas luces a nivel de piso como ocurre en esta zona de Cariló, también se convierte en un escenario propicio y casi ideal para que el entorno quede iluminado solo por la Luna y las estrellas. “La combinación del cielo brillante y el sonido de los pájaros es mágico”, reconoce Amalia, que fue con su hija, María Paz, a disfrutar de esta salida fuera de programa en el fin de semana de descanso que se tomaron por aquí.
La propuesta no se acaba en esa charla de casi dos horas, que por suerte se pudo seguir sin mayor abrigo. Los que quedaron tentados por más se llevaron en su celular un código QR con acceso a algunos ayuda-memoria sobre lo visto y oído allí. Y también una aplicación que permite ver el cielo desde el teléfono y con detalles.
Fuente: La Nación by Darío Palavecino