22 noviembre 2024

Guaminí: DE INUNDACIÓN A SEQUÍA EN 120 DÍAS

Domingo 1 de abril de 2018.

El agua brotaba del piso, de los sótanos y de las uniones del asfalto, amenazando casas y hospitales, cercando localidades, cortando caminos rurales e impidiendo el paso de hombres y animales.

Era una espada de Damocles inmensa pendiendo sobre la cabeza de cientos de familias, que temían que a la menor garúa todo se saliera de su cauce y fuera cubierto por la inundación.

Tan solo cuatro meses después, Guaminí cambió la pesadilla del peligro de inundación por la falta total de agua, una sequía que se venía pronosticando desde mediados del año pasado y que parecía imposible frente a un escenario en el que predominaba el exceso hídrico.

Las lagunas que componen el sistema de Encadenadas del Oeste bajaron entre 60 centímetros y 2 metros en ese tiempo, entre la evapotranspiración, la derivación de agua hacia la cuenca del Vallimanca y —afortunada o infortunadamente, según como se mida— la falta de lluvias. De acuerdo a mediciones realizadas en el municipio de Guaminí, el trimestre diciembre 2017-febrero 2018 fue el menos llovedor de los últimos 60 años; y el tercero menos llovedor en 115 años, desde el momento en que comenzaron a tomar registros pluviométricos.

En pocas palabras, salvo los espejos de agua, está todo seco; los caminos de tierra son arena pura y los productores agropecuarios ya están solicitando declaraciones de emergencia a la comuna y la Provincia. Algo similar ocurre en Adolfo Alsina, donde si bien hubo problemas por exceso de agua, no llegaron a ser tan críticos ni preocupantes como en su distrito vecino del norte.

Hoy, el cementerio de Bonifacio, aquel que fue la imagen emblemática de un pueblo virtualmente tapado por las aguas y donde en septiembre solo se podían ver unas cruces asomando fuera del agua, se encuentra —increíblemente— seco. Incluso, se están construyendo nuevos nichos en un lugar donde parecía casi imposible poder levantar algo a futuro.

Los campos ya no tienen lagunas artificiales en medio de los cuadros, que impedían la cosecha y el paso de los animales. El hospital, que llegó a tener el agua a escasos metros de su patio, está mucho más aliviado. Ya no hay improvisados canales naturales al costado de los caminos, por los que se movía el líquido de un lado hacia el otro, ya fuera por gravedad, o por exceso de humedad en las napas.

Algo parecido sucede a pocos kilómetros de allí, en el acceso al balneario Laguna Alsina, sobre la ruta provincial 65. En ese lugar se dio la baja más importante de todas las lagunas del sistema: 2 metros, la mayoría de los cuales se terminaron yendo por el canal aliviador al Vallimanca y, de allí, a la cuenca del Salado.

En septiembre ni siquiera se podía ingresar al predio; apenas se podía recorrer un pequeño tramo del ingreso antes de que el agua impidiera el paso. Ahora se puede acceder a la zona de vestuarios y cantina, unos 800 metros hacia adentro, pero hay carteles que avisan de peligros de derrumbe. La temporada de verano, que normalmente se habilita a fin de noviembre/principios de diciembre, recién se inauguró en enero de este año.

Cochicó también perdió nivel, y eso se nota a simple vista sobre la ruta 65, que es la que la separa de Alsina. Hasta hace unos meses, el agua golpeaba parte del terraplén de la carretera y el sector de bombas que permite enviar desde una hacia la otra; hoy la orilla se encuentra mucho más alejado aunque mantiene 106,58 metros por sobre el nivel del mar. La diferencia de nivel es de 77 centímetros.

¿La buena noticia? Se están arreglando los motores de las bombas y las tuberías que pasan por debajo de la ruta no se encuentran tan mal como se esperaba. Con una pequeña reparación estarán en pleno funcionamiento. Además, la idea es ponerlas en funcionamiento una vez cada 20 días, y no dejar los equipos en virtual estado de abandono.

En las lagunas del Monte y del Venado la situación también ha mejorado, pero los números son distintos: en ambas el nivel ha bajado 72 centímetros entre principios de noviembre y el lunes pasado, y solo producto de la evapotranspiración.

La diferencia se ve sobremanera en la primera de ellas, en el balneario y la zona de pesca sobre la costa de la ciudad de Guaminí; ya no parece que el agua en cualquier momento vaya a tragarse la población.

Por supuesto, en la altura que hoy tiene la segunda también influyó el desvío del arroyo Pigüé hacia Epecuén, uno de los puntos que más conflictividad despertó entre los vecinos y comunas de Guaminí y Adolfo Alsina. De acuerdo a la última medición, ambas poseen 105,49 msnm, visiblemente inferiores a los 106,21 de hace unos meses.

Pero a pesar de este impasse que está dando el clima, de la forma en que la sequía rápidamente ganó terrenos insospechados hace algunos meses y de los pronósticos que hablan de falta de precipitaciones durante todo el invierno, en Guaminí insisten con la necesidad de —literalmente— abrir el paraguas.

“Las lagunas siguen estando altísimas y tenemos que agradecer que el tiempo sigue seco, pero ¿qué hubiera pasado si teníamos un otoño llovedor? —cuestionó el intendente Néstor Alvarez—. No me quiero relajar, porque si llegamos a tener una primavera lluviosa, volveremos a tener el mismo problema”.