Jueves 22 de diciembre de 2016.
Si no son vacaciones en la montaña o en el río, quizá sean en la playa. Y si nos toca quedarnos cerca de casa, seguramente alguna pileta amiga nos recibirá para paliar el calor del verano. Pero en cualquier caso, estamos “condenados” a quedar expuestos al sol y hay que tener cuidado, tomando todos los recaudos que sean necesarios para nosotros y para nuestra familia. Los que tengan naturalmente la piel más oscura, se broncearán parejo y con menos chances de sufrir el arrebato solar. Pero los de piel más clara, por el contrario, deben estar atentos y no descuidarse en cada exposición.
Según la Sociedad Argentina de Dermatología, el enrojecimiento dérmico es una reacción inmediata al sol y es común que suceda en personas de tez y ojos claros. Las pieles más oscuras no pasan por esta etapa, sino que se broncean directamente. Pero atención: también se dañan a largo plazo, por lo que siempre se indica usar protección. Si bien es ideal no exponer la piel, si se busca lograr un bronceado es mejor que sea progresivo, sobre todo durante los primeros días al sol.
En este sentido, hay una serie de precauciones básicas que deben tomarse al momento de exponerse: evitar estar al sol en horarios del mediodía, entre las 11 y las 16 horas, ya que en este momento la sombra que proyecta el cuerpo es más corta y el sol brilla desde el centro del cielo con mucha intensidad; guardar del sol a los bebés hasta los 6 meses y a los niños de hasta 3 años protegerlos con ropa de algodón, sombreros y filtros solares de buena calidad (en lo posible de 30 para arriba), que hay que ponerles media hora antes de que comience la exposición al sol.
Con respecto a la ropa y accesorios, usar lentes con protección contra los rayos UV y sombrero de ala ancha para que dé mejor sombra en la cara; no utilizar sólo ropa clara aunque se crea más fresca, porque las remeras o pantalones de trama cerrada y de colores oscuros protegen mejor la piel. Mientras estemos expuestos al sol y, especialmente en días de calor, hay que tomar mucho líquido (aproximadamente entre 2 a 3 litros diarios y en lo posible agua, evitando las bebidas gaseosas) y aumentar el consumo de frutas y verduras; hidratar la piel luego de cada exposición para seguir protegiéndola y tener siempre a mano cremas postsolares para que la piel no se lesione.
A los jóvenes les resulta difícil asumir muchos de estos consejos, pero es bueno que todos tengan la información: una piel que esté cuidada de los daños del sol, sobre todo en la juventud, tendrá muchos menos riesgos posteriormente de mostrar signos de fotoenvejecimiento o lesiones como cáncer de piel. A mayor exposición al sol, mayor riesgo. Los rayos UV dañan el ADN, nuestra información genética. Generan envejecimiento de la piel, nos arrugan o manchan con el correr del tiempo. La exposición repetida a la radiación ultravioleta del sol es considerada por la ciencia el mayor factor de riesgo para desarrollar cáncer de piel, el tumor más frecuente de todos.