Domingo 13 de noviembre de 2016.
Alerta: el bisfenol A (para que el plástico sea duro y transparente) y los ftalatos (para los blandos y flexibles) podrían traer graves consecuencias al entrar en contacto con los alimentos.
El plástico es un material muy presente en la vida cotidiana que genera cierta polémica por sus discutidos efectos tanto sobre la salud como sobre el medioambiente. En los últimos meses fue centro de atención de autoridades sanitarias de países europeos como Francia, que primero decidió prohibir el bisfenol A en el plástico que entra en contacto con alimentos y hace un mes anunció que prohibirá los cubiertos y vasos de plástico.
Está claro que los materiales que pueden emplearse para estar en contacto con los alimentos son numerosos, desde el vidrio, la silicona, el acero inoxidable y, por supuesto, el plástico, que es uno de los más usados. Por sí solo, no es un problema, ya que las moléculas de polímero a partir del cual está hecho el plástico son demasiado grandes como para pasar del material del envase al alimento. Sin embargo, el plástico puede contener moléculas mucho más pequeñas que sí pueden migrar a la comida. El problema radica en dos sustancias: el bisfenol A (que se añade para hacer un plástico duro y transparente) y los ftalatos (para hacer un plástico blando y flexible): ambos compuestos pueden tener riesgos sobre la salud porque imitan a las hormonas humanas y no para bien.
Las investigaciones sobre el bisfenol A se suceden de manera paulatina desde 2006. En una de las primeras evaluaciones se estableció una ingesta diaria tolerable de 0,05 mg/kg/día para esta sustancia. En 2008, otro estudio analizó las distintas capacidades de los niños y adultos para eliminarla del cuerpo y se confirmó que la exposición humana era inferior a la ingesta establecida dos años antes. En 2010, y tras una revisión exhaustiva, se concluyó de nuevo que no había pruebas que hicieran estas variables. En 2012, se rebajó a los 0,04 mg/kg/día. Pero ahora hay una nueva revisión motivada por la publicación de un informe que plantea preocupaciones sobre los efectos de la sustancia en el sistema inmunológico de bebés (vale recordar que casi el 100% de las mamaderas que utilizan los bebés son de plástico).
En cuanto a los ftalatos, la preocupación es creciente. Hace cuatro años, un estudio encontró una fuerte asociación entre la presencia de esta sustancia y la diabetes. En 2013, se la relacionó con distintas enfermedades alérgicas en niños. La Unión Europea ya limitó su uso porque al no estar unidos químicamente al plástico, el calor o las ondas de microondas hacen que los ftalatos se liberen de los envases de los alimentos y migren a la comida. Y varios científicos coinciden en que, aun en niveles de baja exposición, esta sustancia puede causar problemas de infertilidad, cáncer de mama, enfermedades cardíacas y diabetes.