Miércoles 7 de setiembre de 2016.
No es novedad, pero siempre es noticia: nuestro país enfrenta un grave déficit en materia de calidad educativa y más de la mitad de los adolescentes no accede a los saberes mínimos para una inserción social plena. El diagnóstico se desprende de la última prueba internacional PISA, que analizó en 2012 el rendimiento de los estudiantes de 15 años en asignaturas como matemática, lectura y ciencias. Según el estudio, el 53,6% de los alumnos argentinos no comprende lo que lee y cerca del 66,5% no logra resolver cálculos matemáticos de primer orden.
Estos resultados, que ubicaron a la Argentina en el puesto 59 de los 65 países evaluados, están prácticamente estancados desde el año 2000. “La mitad de nuestros alumnos sigue sin entender lo que lee. Están alfabetizados, sí, porque pueden decodificar palabras, pero no llegan a niveles más profundos de razonamiento, como resumir ideas y sacar conclusiones”, señala Agustina Blanco, directora ejecutiva de la ONG Proyecto Educar 2050.
Si bien el concepto de calidad educativa es amplio e involucra otros aspectos como la condición salarial de los docentes, su perfil profesional o los niveles de inversión en infraestructura y equipamiento, los expertos coinciden en destacar la centralidad del abordaje pedagógico a la hora de pensar soluciones. “Es necesario cambiar la experiencia en el aula y garantizar aprendizajes significativos, no sólo en relación con los saberes académicos, sino también en términos de habilidades socioemocionales y competencias”, subraya Blanco.
Una educación “más relevante” es también una de las recomendaciones centrales del informe “Construyendo una educación de calidad: un pacto con el futuro de América Latina”, presentado días atrás por el Programa de Educación de Diálogo Interamericano. Según el documento, firmado por ex presidentes y ex ministros del área de toda la región, es necesario modernizar los programas de educación y mejorar la evaluación de los aprendizajes.
“La evaluación es la herramienta central para fijar expectativas y guiar la acción para mejorar la calidad educativa”, dice el estudio, que asegura que los estudiantes latinoamericanos tienen un nivel de aprendizaje equivalente a 5 años menos de escolaridad con respecto a los mejores del mundo. “Prestigiar la docencia” –a través de una estrategia que atraiga a los mejores candidatos, los prepare mejor y los remunere como profesionales–, y “poner las nuevas tecnologías al servicio de la pedagogía”, son otros ejes del informe, que concluye con un llamado a impulsar un “pacto social por la educación”.