22 noviembre 2024

Entre los 8 y los 12 años: PELIGROS EN LA RED

Domingo 5 de junio de 2016.

Padres enfrentan el problema de controlar la vida virtual de sus hijos.

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Todavía son chicos, pero sus vidas no están gobernadas por los códigos de la infancia. Los peinados, las actividades recreativas y hasta la manera de relacionarse con el otro sexo; todo los encamina tempranamente hacia la vida adulta. Muchos, sin embargo, no desarrollaron aún los mecanismos para hacerle frente a ese mundo de grandes. Incluso, el haber crecido puertas adentro, en medio de relaciones virtuales, les da menos roce para afrontar los peligros.

Los chicos de 8 a 12 años, esos que mueven sus primeras fichas en Internet, son el grupo más vulnerable a convertirse en víctimas de un acosador sexual. Según los especialistas, a los 12 ya es tarde para empezar a preocuparse por esa vida virtual. "Hay que empezar antes: desde los 8 años ya están en riesgo", dice Sebastián Bortnick, presidente de la ONG Argentina Cibersegura, que impulsó en el Congreso la sanción de la ley de grooming, y convirtió en delito el acoso sexual a menores por Internet y por otros medios electrónicos. Por esa figura, desde 2013, ya hay 200 causas penales. Las denuncias son muchas más. Sólo en Capital, se reciben a raíz de 15 a 20 denuncias por día vinculadas al tráfico de pornografía infantil, según detalla el director del Cuerpo de Investigadores Judicial (CIJ) del Ministerio Público Fiscal porteño, Enrique del Carril.

La prudencia y la duda, las defensas más sólidas

¿Cómo deberían los padres preparar a sus hijos para este mundo? ¿Cómo deben manejar la vida de sus hijos en las redes? ¿Sirve prohibirles el acceso? ¿Y espiarles las cuentas?

A pesar de que redes como Facebook sólo admiten usuarios de más de 13 años, el uso de esa red social entre chicos de menor edad es generalizada en el país. "Siete de cada diez chicos argentinos de entre 10 y 12 años tiene perfil en una red social", afirma Roxana Morduchowicz, doctora en comunicación de la Universidad de París y autora del libro Los chicos y las pantallas.

"¿Por qué será? Lo sabe cualquier padre que tenga hijos de esa edad. Porque hoy la vida social de los chicos pasa por las redes. Así como nosotros nos encontrábamos a jugar en una plaza, en la calle o en la casa de un amigo, hoy los chicos se encuentran en la Red. Eso no es bueno ni malo de por sí. Es como es", dice.

Así como en otra época la autonomía se comenzaba a conquistar a los 13 años y se terminaba a los 18 o con el primer trabajo, hoy la autonomía se logra en las redes sociales. "Hoy es el primer espacio en el que los chicos se sienten libres, en un mundo sin adultos -agrega Morduchowicz-. No es necesario convertirse en un espía, ni hackear la cuenta de tus hijos para sentirte seguro. Antes, hay muchas cosas que se pueden hacer, como establecer pautas claras según las edades." No es lo mismo los 8 años que los 11, los 12 y, menos, los 15.

En la mayoría de los casos en que los padres establecen pautas sobre el uso de Internet con sus hijos, éstas tienen que ver con el tipo de contenido permitido y la cantidad de tiempo, normas que pierden efectividad cuando el chico accede a Internet desde su propio celular. Además, las pautas no son consistentes y se negocian es función de la conveniencia del adulto para poder tener tiempo libre mientras su hijo está entretenido en la Red, dice el informe.

El tipo de control más utilizado por los padres es el in situ. Es decir, estar al lado mientras está conectado. Pero, en cambio, desconocen qué hacen sus hijos en la Red cuando ellos no están.

"Los padres, muchas veces, con o sin intención, buscan excusas para no comprometerse con el cuidado. Pensar que los chicos saben más que uno es un error. Ellos sólo tienen el conocimiento instrumental, pero muchas veces no dimensionan el peligro. Sería muy necesario que nos acostumbremos a preguntarles, tal como hablamos de otras cosas, qué hiciste hoy en Internet, qué viste, con quién hablaste. No como un control policial, sino como un tema de conversación. Una forma de cuidado. A los chicos les hace bien sentir que estamos presentes, que nos pueden contar qué hicieron y con quién hablaron", dice Morduchowicz.

"La línea entre el cuidado, el control y el espionaje es delgada y cada padre la tiene que manejar -opina Bortnick-. Lo que no se puede hacer es desentenderse. Hay que crear el canal de diálogo sin acosar: generar en los hijos la sensación de que uno está mirando, está cuidando. Pero eso lleva tiempo y trabajo. No podemos desconocer las redes en las que se mueven los chicos. Hay que estar presentes, conocer cómo se usan, sea Facebook, Instagram o Snapchat. No hacerlo, como padres, es mirar para otro lado."