19 marzo 2024

Sarmiento de Junín, rendido a los pies de Agustín Molina

En su página oficial y sus redes, el medio "Sentimiento Verde", de la vecina ciudad  de Junín refleja el presente del futbolista nuevejuliense, repasa su llegada a la institución a instancias de Nicolás Simón y su amistad con Felipe García, otros dos vecinos de este medio que han sido muy influyentes en su carrera.

 

LA NOTA

"Haciendo camino al andar"

Agustín Molina y Felipe García, alambrado de por medio, se intentan fundir en un abrazo emocionante porque se emocionan ellos y se emocionan los que los ven. Dos pibes que comparten la amistad y la pasión por el fútbol conjugado con el deseo de pisar el campo de juego de los grandes escenarios en el día que uno de ellos es la tapa de los diarios. En el mismo momento la multitud ya se fue del estadio, quedan las cintas arrancadas de las medias, alguna porción de césped levantado por los tapones de los botines, las botellas ya consumidas por los futbolistas, los trabajadores que desarman los carteles publicitarios y un puñado de hinchas, amigos y familiares que se acercan al alambrado para darle la felicitación a Picu, entendiendo que el sábado 9 de marzo de 2024 no va a ser nunca más un 9 de marzo cualquiera en su vida.

Pero detrás de cada pibe que da sus primeros pasos en el profesionalismo siempre hay una historia y la de Agustín Molina con Sarmiento comenzó en 2017. Transcurría febrero cuando Nicolás Simón, exentrenador del Verde en inferiores, lo llamó para convencerlo que su futuro tenía que estar en Junín, así que armó el bolso para recorrer los 105 kilómtros que separan a nuestra ciudad de 9 de Julio por primera vez. «Arranqué a entrenar y en esos primeros dos años viajaba dos veces por semana y los sábados jugaba», contó el futbolista hace un año atrás.

Pero ese inicio que lo llenó de ilusiones se encontró con algunos obstáculos en el camino para llegar a este presente. Primero fue la pandemia la que se interpuso para demorar la formación y luego una complicada lesión en la cresta ilíaca, en 2021, que lo hizo pensar seriamente en abandonar el sueño. «Había jugado solo un partido en 2021 y me la pasé en el kinesiólogo tratando de superar el problema. Cuando tuve que volver en enero de 2022 no quería saber nada porque me seguía doliendo y no quería pasar otra vez por el mismo sufrimiento pero mi papá y Felipe García, que es de 9 de Julio y está siempre conmigo acá, me convencieron para que siguiera».

Fue en ese 2022 que le llegó la citación para entrenar con la Selección Sub17. Era agosto, y en una de esas prácticas con la Séptima recibió la noticia sin saber de qué manera reaccionar y días más tarde se presentó en Ezeiza para escuchar indicaciones de dos leyendas del fútbol juvenil en el ámbito de selecciones: Diego Placente y Pablo Aimar.
El barrilete parecía tomar vuelo nuevamente y en el segundo semestre pasó a integrar el plantel de Reserva mientras que en enero de 2023, luego de firmar su primer contrato profesional, fue citado para realizar la pretemporada con Primera; sin embargo dos meses más tarde sufrió la lesión del ligamento cruzado anterior y el 31 de marzo fue operado. Resiliencia para convivir nuevamente con kinesiólogos, médicos y para llevar adelante una recuperación que diez meses y siete días más tarde quedó en el pasado cuando entró al Libertadores de América para formar parte del once inicial de la Reserva.

Esa jornada será una de las que marcará especialmente en el calendario pero 12 días más tarde habrá otro clip porque a nueve minutos del final Sergio Rondina lo mandó al campo con 17 años para reemplazar a Facundo Ferreyra, en un partido ya definido ante Belgrano, en Córdoba.

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Agustín Molina (youtube.com)

Así llegó hasta el sábado pasado cuando Israel Damonte lo llamó y le dijo: «Cuando te quede pateá». Sucedió cuando faltaban 13 minutos y el juego ante Estudiantes estaba igualado. Paréntesis: Hay aspectos que los futbolistas traen consigo desde chicos, mientras que otros los van incorporando. Hace un año atrás, en una entrevista, el delantero contó que estaba trabajando para resolver mejor de espaldas al arco porque estaba acostumbrado a «girar y encarar». Resulta que el pibe, en la primera pelota que tocó, sacó de adentro el potrero (mientras Garnier, desde el techo de la platea, le gritaba: «¡encaralo!, ¡encaralo!»), se llevó puesto a dos contrarios pegado a la raya, enganchó para su mejor perfil y metió un remate que quedará en su cabeza, en su corazón y en el de todos los que lo acompañaron desde San Martín de Nueve de Julio.

De sus familiares y amigos como Felipe. De los hinchas que se emocionaron con él cuando Licha lo levantó en la mitad de la cancha. Y de sus compañeros de Reserva, que esperaron ansiosos que termine de dar la enésima nota para sacarse una foto con él: el muchachito de la película.