24 abril 2024

Lincoln: UNA ABUELA EJEMPLAR

Cuando creía que ya lo había visto todo, Ilda Castro, de 78 años, descubrió que aún quedaba mucho por aprender. Hace tres años, se enteró de que podría terminar la escuela sin hacer horario nocturno y, sin dudarlo, emprendió el desafío de demostrar que nunca es tarde para cumplir los sueños.

 

Domingo 17 de diciembre de 2017.

.

Ilda Castro nació y se crió en Bermúdez, un pequeño pueblo del partido de Lincoln. Allí cursó sus estudios primarios en la Escuela Nº 23 y luego, con siete hermanos y su madre viuda, supo que las cosas no serían fáciles. Cuando cumplió 16 años se mudaron a Morse, a pocos kilómetros de Junín, en busca de un trabajo mejor para solventar los gastos de la familia. Allí conoció a quien, ya de vuelta en Lincoln, se convertiría en su marido y padre de sus dos hijos.
Los días transcurrían trabajando junto a su esposo hasta que, luego de cumplir cuarenta y ocho años, el hombre se enfermó, tuvo que dejar de trabajar, y fue entonces que Ilda redobló los esfuerzos para mantener a la familia y cuidar a sus nietos. “Con su jubilación no nos alcanzaba para comprar los remedios, yo salía en la bicicleta a limpiar casas y aunque yo quería, no podía ir a la escuela nocturna y volver tarde”, cuenta Ilda a Democracia con nostalgia.
En 2003, Ilda enviudó y las horas, los días y los meses comenzaron a ser cada vez más largos. Tiempo después, y con el apoyo de sus hijos y nietos, agarró nuevamente su bicicleta, pero esta vez, con la decisión de cumplir ese sueño que, por los golpes de la vida, había sido postergado: pedaleó veinte cuadras y comenzó la aventura, el primer año de escuela secundaria.
“La vida fue muy difícil para mí, pero agradezco la familia maravillosa que tengo, que siempre me han acompañado”, cuenta Ilda, y agrega, “mi nieto de 19 años sabe mucho inglés y me ayudó, porque era la materia que más me costaba”.
Durante los tres años de cursada en el marco del Plan de Finalización de Estudios Secundarios 2 (FinEs 2), Ilda no faltó ni un solo día a clases. Sin haber usado jamás un teclado y un mouse, se entusiasmó con la materia Informática y se compró una computadora que luego su hijo le enseñó a operar. A partir de ese día, el ordenador le sería útil para revisar traducciones de inglés e investigar. Hoy, Ilda administra su cuenta de Facebook. Le costó matemática pero obtuvo buenas notas y en Lengua y Literatura siempre fue calificada con diez. “Mis compañeros eran como mis nietos adoptivos, los amé, siempre hubo mucho respeto, mucha solidaridad, la mayoría de ellos tienen entre veinte y treinta años, me hacían sentir una más”, cuenta Ilda.